En el ojo de la Tormenta

Nuestra mirada como inmigrantes latinos desde Europa no es indiferente hacia Puerto Rico. Los medios de comunicación en España, Italia y otros países de Europa central no reportan ninguna noticia en mérito a la devastante crisis humanitaria que atraviesa la Isla del Caribe, a un mes de la violenta irrupción de los huracanes Irma y María en suelo boricua, causando el peor desastre natural de los últimos ochenta años. El panorama hoy es aún incierto: docenas de poblados no poseen agua potable y mucho menos cobertura de internet. Navegando a través de la web, surgen imágenes de edificaciones que parecen haber sido segadas a mitad por el ímpetu del ciclón, inundaciones en todo el territorio, además de puentes y vías de acceso imposibilitadas. Según fuentes de la Associated Press, a mediados de octubre un 86% de la isla, casi un Millón seiscientas mil personas no poseían aún energía eléctrica y se estima que sólo en diciembre se podrá restaurar la totalidad del servicio en toda la isla. 

Los días pasan y no hay una sóla jornada en que la colombiana María Gil Barvo no se pregunte si volverá a Puerto Rico. María vive suspendida entre dos lugares. Físicamente, se encuentra en Colombia, aunque su mente y corazón no han podido desprenderse de sus amigos y de la tragedia que los Huracanes dejaron hace un mes a su paso. Candidata a Doctorado en Educación de la Universidad de Puerto Rico, María quien ama la isla donde ha pasado largos períodos de estudio y momentos de realización personal, nos relató la tragedia: “Los vientos del huracán María comenzaron a sentirse hacia la tarde-noche del 19 de septiembre y se arreciaron la madrugada del 20. En ese momento hicieron corte general del servicio de energía para prevenir incendios o explosiones de transformadores. Mi compañera de apartamento, el gato y yo nos refugiamos en una de las habitaciones que no daba hacia la calle y guardamos provisiones y las cosas del gato. No dormimos. Se escuchaban objetos metálicos estrellándose, vidrios rompiéndose...Tenía dolor de cabeza y los oídos tapados por la presión del aire, supongo. El edificio donde vivo estaba rodeado por un mini bosque y no quedaron árboles, podías ver las calles y casas que éstos antes ocultaban. En medio de todo, a nosotros nos fue bien porque lo único que puedo decir que nos pasó fue que se inundó el apartamento. Otras personas perdieron sus casas, y otras la vida”. Luego de haber sido evacuada gracias a un avión de la cancillería colombiana, Gil Barvo regresó a su país, aunque permanece monitoreando la terrible situación que hoy aqueja Puerto Rico: una crisis humanitaria.  

Durante un mes, la isla ha sido escenario de noticias controversiales como la visita del mandatario estadounidense, Donald Trump, personaje que contrasta notablemente con la contribución económica recibida por parte de figuras boricuas e hispanoamericanas del mundo del espectáculo. Regularmente, llegan a la isla aviones cargados con insumos de primera necesidad, iniciativas independientes organizadas ya sea por ONG’s como por la comunidad hispánica residente en los Estados Unidos. La vía aérea surge como auténtica opción de transporte de insumos y material humanitario ante la controversial Ley Jones Act(1917), una anticuada medida que decreta que sólo barcos de la marina mercante americana podrán transportar hacia Puerto Rico, mercancías provenientes desde cualquier puerto de los Estados Unidos. Lo anterior, impide una mayor y significativa ayuda por parte de organizaciones humanitarias o personas que deseen embarcar sus contribuciones por Vía Marítima desde territorio continental estadounidense, debido a los altísimos costos de fletes e impuestos decretados por el gobierno americano. 

A pocos días del desastre, dicha ley fue temporáneamente suspendida por tan sólo por diez días, pero expiró de nuevo y según informa el Departamento de Seguridad Interior del Gobierno de Estados Unidos, no se llevarán a cabo otras suspensiones. Pero, ¿qué sucede una vez llegan las ayudas a la isla? Al inicio se cuestionó que la mayor parte de éstas no venían ni entregadas, ni distribuidas a tiempo, como efectivamente sucedió al cargamento con ayuda humanitaria enviado por Rosana Cantillo de Morales, comunicadora social y Directora Comercial de la Revista Digital www.lanota-latina.com, residente desde hace 13 años en el Sur de la Florida y casada con un ciudadano oriundo de Bayamón (Puerto Rico). La pareja contrajo matrimonio en territorio puertorriqueño y desde el inicio de la catástrofe no han cesado de idear estrategias, además de participar en la recolección y envío de diferentes bienes de uso personal, consumo y medicinas a la isla: “La empresa de mi esposo y para la que yo también trabajo con la ayuda de otros colaboradores, nos unimos e hicimos varias recolectas de artículos de primera necesidad. Nos sentimos impotentes ante la situación de no poder viajar para no hacer más peso en la isla. Resolvemos tristemente más de lejos que de cerca. El compromiso de nosotros con las familias y amigos cada vez se hace más fuerte escuchando y viendo sus necesidades. Conocimos hace años un piloto americano en pensión, quien se declaró interesado y disponible para llevar el avión cargado hasta Puerto Rico. No saben lo que sentimos al saber que un simple abanico de pilas había sido recibido con una alegría inmensa. Sabemos que va a ser un compromiso de frecuencia mensual… Esto no va a detenerse a corto término. ”. 

Mary Gil Barvo cuenta que: “Nadie se explica qué pasa. Ha llegado ayuda de todos lados y sigue detenida en los puertos. Se dicen muchas cosas, que quieren provocar caos, otros dicen que no hay seguridad para realizar la distribución, por otra parte dicen que esos alimentos los van a llevar a las tiendas para ser vendidos... nadie sabe”. La situación actual de la distribución de bienes no sólo obedece al desastre en sí, sino a una carencia de un vector direccional, de obstáculos burocráticos y a una carente sinergía que involucre en manera eficaz: actores locales(gobernador y alcaldes), gobierno central (Washington), FEMA (Agencia Federal para el Manejo de Desastres) y ONG internacionales. Según fuentes expertas consultadas por el New York Times, actualmente hay 16,300 soldados en la isla, cuando en una tragedia de tal magnitud se necesitarían unas 50.000 unidades para coordinar de manera eficaz la entrega y el transporte de todo tipo de insumos, incluyendo el combustible para los generadores de energía eléctrica. 

El índice de mortalidad sigue subiendo. Aunque la cifra es de 81 muertos, cuyo deceso se atribuye directamente a la tormenta, se sabe que hay 450 personas más que han perecido a causa de fallas en los generadores eléctricos que funcionan en los hospitales. Tratamientos como diálisis, suministro de aire con respirador y pacientes afectados con asma que necesitan terapias respiratorias, no cuentan con energía eléctrica suficiente las 24 horas del día. Los generadores se desactivan por falta de combustible, en este caso el Diesel, que no llega siempre a tiempo desde el puerto de San Juan. 

Son muchas las necesidades del pueblo puertorriqueño. Imaginémonos no tener agua en nuestras casas, ni siquiera para poder utilizar el sanitario, dormir en medio de un calor insoportable sin aire acondicionado o simplemente tener que prepararle un biberón a un bebé y no tener agua limpia para hacerlo. Hemos contribuido con este post porque creemos en el potencial de los latinoamericanos y porque como Mujeres en Travesía que hemos vivido desastres naturales fuera de nuestros países de orígen, sabemos que la solidaridad es el único sentimiento capaz de derribar fronteras. Aún las soluciones parciales como el escribir este post pueden contribuir a sensibilizar a quienes nos leen, ayudando a su vez a compartir ésta información para generar respuesta y ayuda humanitaria. Quizás un día no muy lejano, todo aquello que quedó suspendido retome su curso. La alegría de los nativos de la “Isla del Encanto” ha sido imperante en su afán por levantarse y salir adelante. “Ay Bendito que Puerto Rico se levante!”.

 Lina Scarpati