Señor Pirotécnico que comienze la Mascletà

Historia de Lina Muñóz editada por Lina Scarpati y redactada bajo estrecha asesoria editorial

Publicada en www.mujeresentravesia.com

 

Sentada en mi habitación viendo la belleza de mi nuevo traje de Fallera, vienen a mi mente recuerdos de aquel día que me vestí por primera vez, en ocasión de la tradicional Fiesta valenciana; el traje, las peinetas, los aderezos y los zapatos del año anterior me fueron prestados por una prima de mi prometido quien no participó a la fiesta. Al vestido típico de Fallera, hubo que hacerle unos pequeños arreglos en la falda. Recuerdo que salimos hacia las 3 de la tarde de un 17 de marzo a hacer la ofrenda a la Virgen de los Desamparados, la patrona de Valencia. No obstante, teníamos que estar en el Casal dos horas antes, ya listas para hacer un pasacalle (pequeño desfile por la calles del barrio) y de ahí, dirigirnos al autobús que nos dejaría cerca del lugar donde las diferentes comisiones se ubican para iniciar el recorrido. Nunca me imaginé que me vestiría con el traje típico de Valencia, un modelo inspirado en la usanza del Siglo XVIII. Fue una experiencia maravillosa, ya que ésta es la ciudad en la que vivo desde hace 14 años y en donde he aprendido a sentir y vivir sus tradiciones y cultura como cualquier persona nacida en éste lugar.

 

Pero, Cómo inicia la jornada para una Fallera? Muy temprano. Desde las ocho de la mañana estaba en pie, para ir a peinarme a casa de la tía Pepa, quien tiene mucha experiencia en colocar los moños de fallera pues su familia está muy implicada en la Fiesta, ya que sus hijas han sido falleras mayores. Una tradición que se extiende a su nieta quien éste año es fallera mayor infantil de su respectivo sector. El proceso del elaborado peinado comienza estirando muy bien el cabello, recogiéndolo con coletas para esconderlo y lograr de ésta manera, colocar los moños postizos; uno grande trasero, llamado “topo” que se fija con dos horquillas en forma horizontal y otros dos pequeños pegados a las orejas llamados “rodetes”, a forma de caracol y enganchados también con horquillas en vertical y horizontal. Las horquillas que llevan los moños pueden ser doradas o plateadas según el color del hilo que lleva el vestido, esto le da elegancia y vistosidad al postizo. Encima del “topo” y los “rodetes” van unas peinetas, hechas a mano por orfebres en latón, bañadas en oro o plata con motivos florales, la imagen de la Virgen de los Desamparados o representando escudos heráldicos. El maquillaje es obviamente es muy natural.

 

El peinado y el maquillaje son una pequeña parte parte de la preparación. Para vestirse es necesario contar con ayuda para colocarse la ropa interior compuesta por: enaguas, las medias tejidas, el cancán o ahuecador para la falda, el corpiño conformado por tantos ganchos pequeños y los zapatos, los cuales suelen estar forrados con la misma tela del vestido. Se necesita un par de horas para que la Fallera esté completamente vestida y por momentos he podido llegar a experimentar la sensación de vivir en otra época.  

 

Con ese vestido fui a entregarle la ofrenda a la Vírgen de los Desamparados, delante de su Basílica. Ahí yace un monumento de más de 15 metros de alto, a donde llegan mujeres y niñas de todas las edades vestidas con el tradicional atuendo fallero con claveles rojos o cestillas de flores hasta cubrir la enorme estructura de madera que conforma su manto. Los vestidores reciben las flores y suben a colocarlas.

 

Mi Travesía con la Fiesta de Las Falles, comenzó por error, cuando me mudé a Valencia en un mes de Marzo. Había llegado desde Murcia en plena temporada y aunque sabía algo de las Fiestas a través de las noticias, nunca las había vivido. Un día salí a dar una vuelta para explorar la ciudad. Mi sorpresa al tomar el metro y llegar al centro fue ver un mar de gente aglutinada esperando ver algo que yo aun ese momento no entendía. De repente, escuché unas explosiones y un ruido fuertísimo, me asusté y traté de salir de allí en compañía de algunas amigas. Creo que éramos las únicas que buscábamos de escapar! pero era casi imposible porque la misma gente te iba arrastrando en medio de esa marea humana. Sólo pensaba: “esta gente está loca! no sé qué gracia ven a esto, si es solo un estruendo”. Años más tarde entendí que el “estruendo” era una sinfonía compuesta por masclets (petardos en valenciano), cada pirotecnia crea su propia partitura, marcando el ritmo y el compás en el que explotan los petardos. El estar en medio de la multitud y sentir como tu cuerpo vibra en cada explosión, la humareda y el olor a pólvora hacen parte de una sensación indescriptible porque hasta que no se asiste a un espectáculo de mascletá, no se puede entender ni mucho menos explicar el sentir del pueblo valenciano, el cual, hoy me atrevería a decir que también es el mio.

 

Este sería uno de mis primeros encuentros con las fiestas. Antes de ser fallera, vivía las festividades como una turista más. Siempre sentí curiosidad por saber lo que significaba y en aquel entonces tenía un vecino que era el presidente de la falla de su sector. Charlando con él, me explicó que en la vísperas de la fiesta de San José, patrón de la ciudad, existía una tradición donde los carpinteros quemaban los trastos viejos e inservibles en una hoguera purificadora, junto con los “parots”(mástil donde se colgaban los candiles que les daban luz), en las calles, plazas públicas o en frente de sus talleres antes de entrar en la primavera.

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La palabra Falla proviene del latín “facula” que significa antorchas en valenciano medieval. Ya en el siglo XVIII, aparecieron los “Ninots” (muñecos en valenciano), que según la versión popular un ingenioso carpintero vistió en una noche de fiesta al “parot” con ropa y/o en forma de algún personaje local reproduciendo escenas de hechos sociales, políticos y religiosos en sentido crítico e irónico. Los vecinos de cada barrio, tenían la costumbre de reunirse alrededor del “ninot” para compartir la festividad, de allí nacen las primeras comisiones falleras. Hoy en día los “ninots” o muñecos satíricos, continúan la tradición con personajes que despliegan el ingenio de diseñadores y la destreza de los talleres de carpinteros. Tuve el privilegio de ver cómo se montaba una falla y la quema de ésta desde el balcón de mi casa, la calle venía cerrada para colocar los monumentos, así fue como descubrí el casal y las actividades que realizaban durante los días de la fiesta. Hoy, pertenezco a la Falla Ingeniero Manuel Maese del Barrio Malvarrosa, que representa el sector de los Poblados Marítimos.

 Actualmente, cada sector de la ciudad posee una comisión fallera, además de su propio “casal Fallero”, donde se reúnen durante todo el año para realizar actividades sociales y culturales en búsqueda de ingresos para pagar la fiesta y su respectivo monumento fallero, el cual es realizado por artistas que se dedican desde meses a construir los diferentes monumentos de las 400 comisiones registradas en Valencia capital.


En los años anteriores había participado como espectadora, pero desde hace dos años la vivo diferente, ahora pertenezco a una falla y trato de participar en las actos que realizan en el poco tiempo libre que me deja el trabajo, durante los cuatro días de fiesta plena. Nos reunimos cada noche en el casal, para cenar, entregar los premios de las diversas actividades que han hecho durante el año del ejercicio fallero y disfrutar de la discomóvil, todo esto organizado por nuestra junta directiva, representado en nuestra fallera mayor e infantil.


La Fiesta de Las Fallas Valenciana ha significado para mi una inclusión definitiva en la sociedad que escogí para emigrar. Me siento parte de ésta cultura que me ha acogido, en su universo multicolor, envuelto de devoción, creencias populares, historia y tradiciones participativas en todos los sectores de la sociedad. Espero que algún día como Fallera mayor yo también pueda decir desde el balcón: “Senyor pirotècnic, pot començar la mascletà”, “Señor Pirotécnico, que comience la mascletà”.

Lina Scarpati